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Crónicas.

Por: Lic. Ricardo Rico Guzmán.

Una historia...para reflexionar..!

Este año empezó como todos…con  agotadoras noches de trabajo de seis a diez pm, trabajar  con la educación por ciclos se vuelve algo extenuante, en una de tantas, observaba cómo inicialmente un joven venía a estudiar callado, silencioso, humilde; pero con su responsabilidad comenzó a demostrar que quería aprender…

Sus compañeros poco hablaban con él, no sé si por su silencio o su mirada algo penetrante. Una noche cualquiera, después de revisar el trabajo de cada quien, en la Institución Educativa Departamental Julio César Sánchez de Anapoima, nos  pusimos a charlar con este  estudiante…un destacado afrodescendiente de ciclo 301…Wilmar Asprilla causándome  curiosidad de saber ¿Por qué estaba tan lejos de su tierra? así, que él se acercó y le pregunte…él me dijo:

-Profe…simplemente un día quise saber ¿Qué había después de Buenaventura…?.

De esa manera, le dije que me contará más sobre su vida y estas fueron sus palabras…

“Tengo 4 hermanos, tres hombres y una mujer. Vivía con mis padres…Héctor Asprilla y María Capote quienes murieron… ¿cómo? no lo sé… y cuando paso eso me quede viviendo con  mi abuela María Aguilar una excelente persona que lo daba todo por nosotros, pues, con la familia por parte de papá, no me dejaban quedar porqué yo era muy  desjuiciado y decían que  era un dolor de cabeza para todo el mundo, es por esto, que con mi comportamiento no iba a conocer la cédula  porque  estaba cogiendo malas mañas como robar, mentir, etc..

De esta forma, decidí irme de la casa para vivir en la calle, todo porque me quería sentir libre…sin barreras y hacer todo lo que se me diera la gana, quería sentirme como el centro de atracción de toda Buenaventura, el que nadie podía tocar. Me quería volver pandillero,  pero a pesar de ser muy pequeño, también pensaba en el bienestar  de mi abuela… ¡y no lo hice! Pero, ya cuando tenía diez años…me dio curiosidad por saber que había más allá de Buenaventura, y me aventure…montándome en una mula que iba para Cali, el viaje fue de 24 horas los cuales aproveche para abastecerme de comida  y agua,  empecé a parar en cada bomba de gasolina que hubiese en el camino para poderme hidratar. Luego viaje hacia Soacha donde dure 5 días durmiendo en la calle y para el frio pedía ropa en las casas de familia, quienes me daban sacos para el frio, pero en el quinto día estaba durmiendo en un andén  de una señora que  me conocía y también a mi familia, esa fue la casualidad que me saco de dormir en las calles, porque ella me dejo dormir en su casa, en la que también dure cinco días, pues,  ya estaba empezando a estorbar.

Es así, que ella me pregunto que si quería devolverme a Buenaventura o que si quería estar en el Bienestar Familiar, decidí quedarme en el Bienestar Familiar  para que mi abuela no sufriera por mí. Así,  que estuve tres días en un hogar sustituto pero por mi comportamiento  me mandaron a un internado en el cual dure un año, los formadores se aburrieron  de mi comportamiento y renunciaban porque  los trataban mal, los insultaba por cualquier cosa que me decían y mi castigo era hacer ejercicios…abdominales, flexiones de pecho, cunclillas, etc. Pero como veían que yo seguía en lo mismo, me trasladaron a otro internado llamado El Amparo de Niños de Granja Loyola, ellos  se dieron cuenta de mi comportamiento, quería ser el centro de atención en todo lugar. Empezaron a ignorarme para hacer  me sentir que  era una persona,  casi con los mismos problemas de los demás, entonces mi mal comportamiento empezó a bajar fue justo allí donde conocí a una nena de otro internado,  la única que valió la pena de todas las del internado para mujeres, eso ayudo a bajar otro poco mi comportamiento,  a los dieciséis años en un Diciembre  estaba revisando el Facebook  y había la solicitud de Jhon Asprilla y ese momento me dio una corazonada y la acepte y le escribe su apodo,  para ver si era mi hermano y ¡sí… lo era!. Entonces, al otro día me llamo seis veces  y hablando tanto,  medio el número de mi abuela y mis otros hermanos  con los que me comunique.  Así  me enteré que era tío de cuatro niños, a los cuales yo no les quería dar mi mal ejemplo para que no les pasará lo mismo y pues, cuando tuve 14 años salió el apoyo de don Leonardo Quevedo, quien me sacaba para todas las temporadas de vacaciones para Anapoima, él conoció   todo mi proceso y cuando salí del Bienestar Familiar por la mayoría de edad en enero de 2014, me dio hospedaje en su casa en la que vivo ahora”.

Asprilla es quizás, uno de los pocos jóvenes que logra encontrar el camino, tuvo la fortuna de no hacer parte  de grupos ilegales, de haber caído en el consumo de alucinógenos,   la fortuna de conocer su cédula como no lo hubiera creído sus familiares. Este joven lleva en su sangre el afro, vestigios de su raza,  parte que para algunos es objeto de discriminación y para otros de admiración, lo único cierto es que tenemos una profunda deuda social con este  grupo étnico, quienes han hecho aportes significativos a nuestra sociedad, así que considero  justo este reconocimiento. 

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